Jesús, el hijo de Dios, paseaba arropado por muchas personas. Unos miraban, otros rezaban, otros pasaban por ahí de casualidad y otros sólo iban a disfrutar de una tarde diferente. Daba igual el motivo, Cristo salió a la calle por todos ellos igual que un día murió y resucitó por amor a cada una de estas personas.
Yo hoy os invito a que le pidáis al Señor que os permita vivir la Eucaristía como algo maravilloso e importantísimo. Que no nos acostumbremos a este regalazo que podemos recibir cada día de nuestra vida. Ojalá podamos vivir cada Eucaristía como si fuera la primera y la última.