Un día de fiesta

Hoy ha sido un día de fiesta, sobre todo en Madrid. Miles de familias de toda Europa han acudido a la capital para celebrar una Eucaristía presidida por Monseñor Rouco. Pero no sólo los allí presentes han participado en todo esto. También millones de personas desde sus hogares y a través de la televisión han estado allí con el corazón y la oración (yo una de ellas). Y os preguntaréis, ¿qué celebrábamos?

Pues el día de la Sagrada Familia. Y todo esto no tenía ningún tono reivindicativo ni era ningún tipo de manifestación. Simplemente dábamos gracias a Dios por haber creado algo tan precioso como el matrimonio entre hombre y mujer, del cual nacen los hijos fruto del amor entre los esposos.

Es necesario que existan familias cristianas que imiten a la Sagrada Familia de Nazaret. Hace falta que los hijos/as vean y vivan el amor entre sus padres, el perdón, la fidelidad y la entrega mutua. Es necesario que ellos reciban el amor de su padre y de su madre, que tengan una estabilidad emocional, una seguridad, que se sientan escuchados, comprendidos, aceptados, que confíen en ellos.

La familia es donde uno se forma, donde empieza a aprender, donde adquiere valores y hábitos y donde es aceptado tal como es. Es la institución más importante de la sociedad, y de ella surgen todas las demás. Cualquier grupo, movimiento, club, empresa o partido político está formado por personas que provienen de una familia.

Después de la Eucaristía ha intervenido en directo el Santo Padre desde Roma. Además de rezar el Ángelus ha dicho varias cosillas interesantes en defensa de la familia, especialmente de los niños no nacidos. En definitiva, ha dado muchos ánimos a todas las familias cristianas de Europa para que sigamos perseverando a pesar de las leyes y personas que tenemos en nuestra contra.

Yo os invito a que imitéis el hogar en que vivió y creció Jesús. Un lugar donde se respiraba amor hacia los demás y hacia Dios. Y rezad, rezad mucho, porque la familia que reza unida, permanece unida.